¿Y qué pasa si un día decidimos renunciar?
¿Y qué pasa si una mañana nos despertamos y ya no nos da la gana de seguir siendo nosotros?
¿Qué pasa si un día me ves a la cara y simplemente no me encuentras?
Porque la forma física persiste. Pero ¿qué diablos es el alma y por qué tiene que permanecer?
Algunas veces ella quisiera volverse viento.
Se le acaban las cosas que decir y le parece todo tan banal, tan superfluo.
Pero no. No es que se le hayan acabado las cosas que decir. Es sólo que se le ha cansado la voz de gritarle al viento su verdad y que el polvo se trague las palabras.
Es todo lo contrario. Tiene demasiado que decir y nadie que la escuche.
Entonces no sirve volverse viento.
A veces ella quisiera volverse lluvia.
Porque el agua se cuela y se infiltra en todas partes. Y por aquello de que tanto va el agua al cántaro hasta que lo rompe. A veces ella quisiera poder llenarlo todo. Pero no se basta.
Quizás no sea suficiente, simplemente.
Entonces no sirve volverse lluvia.
A veces ella quisiera ser capaz de renunciar. Y que todos se vayan al diablo, porque al fin y al cabo ella no ha venido al mundo para arreglarlo, que no es el Mesías ni muchísimo menos.
Renunciar quizás sirva. Pero no sabe cómo.
Ella tiene ciertos días en que se siente como una barajita repetida. Como la copia fotostática y borrosa de sí misma. Cansada de verse en el espejo y decirse, tú de nuevo
Ella tiene ciertos días en que se dice, ¿para qué seguir esperando? Porque, ¿qué es lo que esperas que no va a llegar nunca? Porque sabe que la vida no va a venir a buscarla a su cuarto, a sacarla de la cama, y sin embargo se queda inerte, dudando, cansada de verse en el espejo.
Ella tiene, a veces, días en que se agota de repetirse a sí misma. Y se siente como el hámster en el experimento de algún científico, buscando la salida en un laberinto de plexiglás, y se enfada con Dios porque sabe que Él la mira desde arriba esperando a que ella termine de darse topes con las paredes y encuentre de una vez por todas la salida.
